A Por el Abismo,
jardín tragaaviones de la literatura. Por la Aventura, sentido último de la
escritura. Por Paul Auster leyendo a Vila-Matas en su jardín de Brooklyn. Por
Adonis que escribió que a los muertos hay que sepultarlos en el lenguaje.
B Por Borges, que
está en la raíz de casi todo. Por Thomas Bernhard. Por Blanchot, que se
comportaba como si estuviera muerto y decía que sus libros eran póstumos. Por
Bouvard y por Bartleby. Por Bolaño y por el Barça pero sobre todo por el Barça.
Por Bartleby y por Beckett, pero sobre todo por Beckett. Por Beckett y por
Buster (Keaton), pero sobre todo por Buster (Keaton). Por Buster Keaton y por
Chet Baker, pero sobre todo por Chet Baker.
C Por Sophie Calle
siguiendo los pasos de Enrique.
D Por Duchamp. Por
Dylan. Por Dominique Gonzalez-Foerster que le dio a Enrique la llave secreta de
una puerta secreta que da a una habitación secreta detrás de la que hay otra
puerta y otra habitación secretas, en el Pompidou. Por el arte de la
desaparición, que es la esencia de la literatura. Por Dublín. Por Marguerite
Duras.
E Por el éxito, que
en palabras de Kertész, se consiga o no el camino que lleva a él es igual de
ignominioso.
F Por Finnegans Wake
y su estela inacabable.
G Por el cementerio
de Glasnevin, junto al que se encuentra el pub de los enterradores, punto de
encuentro de la Orden del Finnegans. Por Gombrowicz. Por Gregor Von Rezzori
brindando con Gregor Samsa. Por Grand Central, en cuyas escalinatas Elizabeth
Smart por fin pudo llorar.
H Por Hölderlin. Por
el loco de Herisau, que escribió su último micrograma derramando su sangre en
la nieve. Por Hemingway y las hordas de avatares que ocupan las páginas
iniciales de París no se acaba nunca.
I Por los infraleves.
Por Impostura. Por La asesina ilustrada.
J Por James Joyce,
maestro de Beckett.
K Por Kafka, por
Kassel, por Kertész.
L Por la lucidez de
Lichtenberg. Por la literatura, que es a lo que se dedicó Pasavento cuando,
harto de intentar desaparecer sin conseguirlo, no sabía muy bien qué hacer.
M Por Michel de
Montaigne. Por la muerte de la metaliteratura. Por el mal de Montano. Por
Marienbad. Por México, donde Vila-Matas logrará por fin desaparecer, como lo
hicieron en su día Arthur Cravan y Ambrose Bierce.
N Por la literatura
del No. Por Nueva York, que siguió siendo un relato soñado después de que
Enrique la visitara, comprobando con asombro que existía.
Ñ Por las corbatas de
ñandutí, tejido de textura similar a la telaraña, prenda de luto que los
shandys están obligados a lucir cuando se les inflige un premio literario.
O Por Oblomov. Por
los Odradeks. Por la Orden del Finnegans, que tras ocho años durante los cuales
sus miembros se expulsaron unos a otros sin piedad, lograron por fin
desaparecer.
Q Por Ednodio
Quintero, que durante un viaje por México en el Tequila Exprés, le salvó la
vida a Enrique, quien entre trago y trago, creyendo estar haciendo amigos,
contaba “chistes de mexicanos” a un corro creciente de pasajeros, sin darse
cuenta de que cada vez estaban más cabreados y lo iban a matar.
R Por Ramón (Gómez de
la Serna). Por Rimbaud. Por Raymond Roussel royendo los huesos del realismo.
Por Alejandro Rossi, que encontró la forma de su muerte en Mexico.
S Por Marcel Schwob.
Por Sebald flotando en los anillos de Saturno. Por el silencio de Salinger.
T Por Tristram
Shandy, que es la tercera parte del Quijote. Por Thomas el oscuro, la extraña
novela de Maurice Blanchot.
U Por Ubu, rey de la
vanguardia patafísica y anartista.
V Por la vanguardia,
cuya esencia es estar siempre en vilo. Por el vilo de los viajes verticales.
Por Vilnius y su ayudante. Por Veracruz en su lejanía. Por Valéry. Por la
Verdad, que en el fondo es lo único que busca alcanzar Enrique al escribir.
W Por el cementerio
de Woodland, en el Bronx, donde Jeremías Jiménez, policía de cementerios, nos
mostró la tumba de Moby Dick. Por Robert Walser, príncipe discreto de la
estirpe angélica de los escritores.
X Por los
xoloxcuincles de Xalapa, los xoconostles de Xochimilco y los xilófonos de
Xicoténcatl.
Y Por la literatura
del yoyó también conocida como autoficción autoficción.
Z Por Zinedine Zidane
arbitrando un partido entre Zambia y Zanzíbar en Zimbawe ante un público de
zulús zurdos bajo la mirada atenta de un tal Enrique Vila-Matas, zapatero de
Zacatecas, que nada tiene que ver con el escritor.
( Eduardo Lago)
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